
Toda final tiene una imagen que la define, que la rememora para siempre. Durante varios minutos la instantánea era la de un Cristiano Ronaldo desencajado asumiendo que su error era el trascendente. La tanda evolucionaba y cada lanzador convertía su momento de pánico en suspiro. Y llegó el último lanzamiento, el que debía colocar al gran capitán del Chelsea en la memoria colectiva de sus aficionados. Toda una vida en los blues encumbrada con el gol de la victoria, el sueño de todo deportista. Hasta Van der Sar pareció dispuesto a participar de la fiesta lanzándose desesperadamente hacía un costado sin aguantar lo más mínimo dejando el hueco perfecto. Y allí John Terry puso la vista. Durante décimas de segundo aquello parecía gol, el gol. Pero el balón se perdió por encima de las decenas de fotógrafos que esperaban la carrera del éxito. Terry había resbalado desequilibrándose lo justo para lanzar el balón unos fatídicos centímetros más hacia su derecha. El destino había perdonado a Cri
stiano Ronaldo, pero no hizo lo mismo con Terry. Cuatro penaltis después, Anelka permitió que Van der Sar entrara en la historia de imágenes a recordar. El Manchester United había vuelto a obrar el milagro, lo llaman la suerte del campeón. Mientras, Terry, el hombre de hierro, el muro infranqueable que minutos antes había salvado un gol cantado de Giggs sobre la misma raya, se desmoronaba sin consuelo posible. La imagen me recordó aquel resbalón del capitán Beckham en la Eurocopa de Portugal, aquellas caras desencajadas de Baresi y Baggio en el Mundial de EEUU.
No fue una final brillante pero sí tensa y emotiva. A falta de fútbol de altos quilates -algo habitual en las grandes citas-, apareció todo lo demás. Tácticas cirujanas, encontronazos, postes malditos, sangre, expulsiones… todo ello adornado con una lluvia constante que le daba a la contienda una dosis extra de épica. El ManU fue muy superior en la primera parte. Un Scholes manchado en diabólica sangre red se hizo con el centro del campo mientras Carrick y Hargreaves atenazaban la dupla creativa del Chelsea, Lampard-Ballack. A ello hay que sumarle una temprana amarilla a Makelele, que dejó al hombre de la falta táctica perfecta en fuera de juego a los pocos minutos. Grant sitúo a Essien en el lateral diestro y Ferguson respondió situando allí a Cristiano Ronaldo. Este hecho desajustó por completo el sistema defensivo del Chelsea, demasiado fijado en tapar con apoyos las entradas del portugués. Así fue como la banda derecha de los red devils asumió un protagonismo excesivo. A falta de buenos centros de
Hargreaves, surgió un medido balón de Brown que encumbró a Crisitiano Ronaldo. 1-0. El gol hirió en exceso al Chelsea que durante muchos minutos jugó al son de su rival. Ahí el United tuvo su primer match ball, pero dos paradones consecutivos de Cech y sus tentáculos infinitos evitaron la debacle. Y cuando peor estaba el Chelsea llegó el gol típico del Chelsea. Jugada embarullada al borde del descanso, triple rebote y balón a pies de Lampard. Gol y otra imagen para el repertorio de instantáneas para la memoria con el '8' blue acudiendo al recuerdo de su madre.
Tras pasar por vestuarios el encuentro dio un giro radical y pasó a manos del Chelsea, que se hizo con el dominio total. No obstante, su poderío físico fue inversamente proporcional a su acierto en el último pase. Sin profundidad, el factor Drogba se diluyó, más ante la omnipresencia de Ferdinand y Vidic, y las llegadas del Chelsea se tradujeron en disparos lejanos de Ballack y pases largos sin excesivo peligro. Además, el linier se empeñó en no conceder córners evidentes, otro de los máximos peligros de los blues. Aún y así, Drogba, en su única aparición positiva de la noche soltó un trallazo mágico que se estampó contra el poste de Van der Sar. Se empezaba a consumar la tragedia del Chelsea. De aquí hasta el final el partido se enrocó en una partida de ajedrez en la que ambos técnicos buscaron más el proteger al rey propio que en atacar al rival. Antes de la esperada prórroga, otra imagen, la de Giggs entrando al campo por 759 vez y superando al mítico Sir Bobby Charlton.





Tercera Champions League del Manchester United de tres finales que ha disputado. Siempre con emoción y épica. Una en la prórroga, otra tras una remontada inverosímil en dos minutos y la tercera con un resbalón impensable. Al otro lado el Chelsea de los petroeuros, del sueño imposible, siempre privado del éxito por 11 tíos vestidos de rojo, ya sean devils o no. Dudo que Abramovich cese en su empeño de poner una orejuda en su museo particular. Debo admitir que desde ayer el Chelsea me cae un poco mejor que antes, Terry también. Puede que sea la compasión por la dolorosa derrota ya vivida antes en nuestras carnes, puede, simplemente, que ayer los de Londres fueran algo superiores. En definitiva, una gran final. Felicidades ManU.

Fotos: as.com, soccernet.com