27 abril 2009

I want it all


Música - The Queen: I want it all

Hace 10 temporadas, Barcelona y Chelsea no se habían enfrentado jamás en Copa de Europa. Sonaba a algo exótico, a un triple enfrentamiento –triple por partido de desempate- en Copa de Ferias en la temporada 65-66, y nada más. Hoy, es todo un clásico europeo con decenas de litros de tinta vertidos en su haber. A nadie se le escapa que gran parte de culpa la tienen los petrodólares de Abramovich y el estilo punzante y amenazador de Mourinho, padres del Chelski que hoy en día camina por Europa como un gigante con ansías de títulos y reconocimiento. Ya es un grande.
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En demasiadas ocasiones, se ha intentado mermar el mérito del Chelsea aludiendo al talón infinito del mecenas ruso. Casos como el del Tottenham o el del Manchester City, sin salir de la isla, demuestran que el dinero no te garantiza éxitos dentro de un deporte tan ilógico como es el fútbol. Abramovich se plantó en Londres, liquidó la deuda, fichó al entrenador del momento y le dio todo lo que quiso. ¿Requisitos? Títulos y grandeza hasta gobernar el mundo. Después de arrasar en la Premier ante los gigantes históricos, el sueño húmedo de Abramovich, el siguiente y definitivo paso, siempre ha sido la copa de las grandes orejas. Acostumbrado a conseguir todo lo que quería, sus ojos incrédulos en la pasada final de Champions, y en su casa, denotaban ese fracaso inesperado en una vida plagada de éxitos. Y es que lo del ruso ya no es negocio. Ha ganado reconocimiento público, pero ha perdido mucha pasta con su Chelsea, y eso, unido a la crisis global y a su multimillonaria separación matrimonial, hacen que los rumores de venta del club cada día sean menos chismorreos y más realidad. Todo esto nos indica que la entidad del dinero infinito está en una de sus últimas oportunidades de lograr aquello para lo que fue construido. Además, sus vacas sagradas empiezan a ver demasiados treses en su DNI. Terry estuvo a un resbalón, pero el destino les ha reservado otra oportunidad.
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Este Chelsea es una mutación del creado por Mourinho, que ideó un 4-3-3 casi perfecto basado en la solidez defensiva, las líneas muy juntas, presión y fuerza en el centro del campo, recuperación de balón en la creación del rival, latigazos veloces por banda y en triangulaciones a 2-3 toques en las 3/4 partes de la zona de ataque. Su Chelsea fue maravilloso, con denominación de origen, con jugadores made in Mou como fueron Carvalho, Essien, Obi Mikel o Drogba, uniendo a ello el legado británico liderado por Terry y Lampard que el portugués supo readaptar y potenciar. Los fracasos en Europa acabaron con Abramovich entrando en la parcela deportiva. Negó fichajes e impuso otros hasta que la lucha de egos terminó con el técnico luso en la calle.
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Tras el resbalón de Terry y el fracaso estrepitoso de Scolari, parecía que el Chelsea había terminado un ciclo, año de transición, pero todo cambió en cuanto se fichó al hombre milagro, Guus Hiddink, el 'mago', un tipo capaz de ganar una Copa de Europa con el PSV empatando los últimos 5 partidos, capaz de llevar a Corea del Sur a las semifinales de un Mundial, de situar a Australia en el mapa balompédico y de plantar a Rusia entre las cuatro mejores de Europa en la pasada Eurocopa. Hiddink tiene el don de los grandes seleccionadores y que les falta a la mayoría de técnicos de club, sabe exprimir aquello que tiene, sean cracks o medianías. Como sucede con los combinados nacionales, el técnico tulipán tiene lo que tiene y debe ganar con esas piezas. Y otra vez lo ha hecho de maravilla. No emplea un esquema fijo y puede pasar de un 4-3-3 a un 4-2-3-1 o a un 4-4-2 según marquen las necesidades. Esta capacidad camaleónica de los blues les hace poderosos e imprevisibles, por lo que tengo severas dudas acerca de cómo plantearán el partido del Camp Nou.
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En un principio, se espera un 4-2-3-1. La portería, obviamente, será para Cech, un portero que ha bajado enteros mediáticos desde que un duro golpe le puso un casco protector de por vida. Ha protagonizado errores de bulto, pero sigue siendo lo más parecido a un pulpo de brazos larguísimos que para todo lo que le llega de media y larga distancia. El penalti que le atajó el pasado fin de semana a Noble es sólo otro ejemplo. Falla más que antes, eso sí, en los balones colgados y en las salidas. En defensa, la lesión de Carvalho y la sanción a Ashley Cole obliga al Chelsea a improvisar. Hay variables posibles, como ver a Essien de lateral, pero las últimas pruebas sitúan a Bosingwa (excelente lateral) en el carril zurdo, a Ivanovic en la derecha y a Alex y Terry en el centro de la zaga. Por delante de ellos, Essien, como ya hiciera con Gerrard, será el perro de presa de Xavi mientras Ballack ayudará en el juego de transición. En la mediapunta, sólo Lampard parece fijo. Liberado de tareas defensivas y con menos metros por delante este inglés de juego maravilloso ha mejorado notoriamente en los últimos meses para asemejarse al que en su día mereció el Balón de Oro. Trabajador, luchador, con una visión de juego fantástica y un golpeo de balón sublime, Lampard es el líder indiscutible que Touré Yaya deberá anular como sea. Por bandas los más probables son Malouda y Kalou, mientras en punta el Barça volverá a padecer a Drogba, un delantero que vuelve a parecerse al de antes, uno de los arietes más difíciles de marcar de todo el planeta. Fortísimo, con chute desde media distancia, buena caída a bandas, remate de cabeza, buen uno contra uno y con un juego de espaldas dificilísimo de contrarrestar.
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Sea o no este el once del Chelsea, lo que está claro es que buscarán el enroque, el contraataque y el balón parado. La idea será la habitual en estos casos, no dejar pensar al Barça juntando líneas y anulando a Xavi e Iniesta, por eso no se descarta la presencia de Obi Mikel. Recuperado el balón, Lampard será el enlace en busca del contraataque, ya sea por bandas con finalización de Drogba o por diagonales de los dos falsos extremos. Si el ataque es en estático, balones largos al ariete costamarfileño y buscar la segunda jugada de los tres mediapuntas sin desajustar el sistema defensivo. Aquí surge la tercera arma, el balón parado. Más allá de los córners, en los que Terry, Alex, Ballack, Ivanovic y Drogba son peligrosísimos, están las constantes faltas al borde del área que el ex del OM es capaz de sacar y con las que Lampard por colocación o Alex por potencia suelen conllevar muchísimo peligro.

Así se presenta el Chelsea, un clásico moderno del fútbol europeo, un club que lleva cinco años llegando a las semifinales en busca de ese sueño que todo futbolero tiene alguna vez, alzar la orejuda entre el We are the Champions. Además, Abramovich vería cumplido otro hit de The Queen, el I want it all. Hiddink es el elegido para finalizar la obra de Mou y convencer a Abramovich que puede lograr todo lo que se propone. El ruso lo quiere todo y sólo le falta la Champions. Pero para eso deberá doblegar al equipo que mejor juega, al que más goles marca, al que le clavó 5 al Lyon y 4 al Bayern alumbrando hasta a los futbolescépticos, otro que también lo quiere todo este año, un equipo que tiene un sueño, demostrar que en esto del balón, también se pueden levantar trofeos jugando con él.
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Datos de interés:

- El Barça ha caído los 2 últimos años frente a equipos ingleses: Manchester United y Liverpool. La anterior, eso sí, venció a uno de Londres, el Arsenal.

- Barcelona y Chelsea se han enfrentado en 11 ocasiones en partido oficial: 3 en la Copa de Ferias 65-66 (2 victorias culés, 1 derrota), 2 en fase de grupos de la Champions League 06-07 (empate y victoria del Chelsea) y 6 en eliminatorias directa de la UCL, 98-99, 04-05 y 05-06 (2 clasificaciones del Barça y 1 del Chelsea con 3 victorias azulgranas, 1 empate y 2 victorias de los blues).

- Hiddink ha disputado como técnico 4 partidos de Liga en el Camp Nou con Valencia y Real Madrid, y en todos ellos ha perdido encajando siempre 3 goles.

- Del primer precedente en Champions League, temporada 98-99, aquella eliminatoria que llegó a la prórroga y que terminó con un recordado 5-1, sólo quedan Puyol y Xavi. Cudicini estuvo en el banquillo del Chelsea, pero en el pasado mercado de invierno se fue al Tottenham
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19 abril 2009

El Villarato y la manipulación

Entender el comportamiento de un medio de comunicación y los efectos reales que éste puede provocar en los actos de las personas es una tarea complicadísima. De ello se ocupan las ciencias de la comunicación e información, que reflejan sus estudios en lo que se han venido a llamar las Teorías de la Comunicación, una asignatura doble que todo periodista debe pasar sí o sí en la carrera universitaria. Siendo una ciencia inexacta, obviamente, conlleva cientos de líneas distintas que demuestran que los teóricos no se ponen de acuerdo, mientras ayudan a que la ciencia vaya avanzando. No entraremos en detalles, los hay que dicen que los medios sólo marcan la agenda del día, los que afirman que los líderes de opinión tienen una fuerte presencia en nuestra visión, los que dan a los mass media un enorme poder… Yo nunca me he atrevido a aproximarme rotundamente a una de estas teorías desmintiendo a las demás, aunque tengo claro que el papel periodístico debería ir encaminado a mostrar fielmente aquello que nos rodea. Claro está, la tarea es compleja cuando entramos en terrenos pantanosos que llevan consigo una enorme carga emocional. Casos evidentes son la política y la religión. Lo que es inadmisible es emplear ese poderoso foco con que la era de la comunicación ha dotado a los medios para mentir y manipular sin ánimo de decir la verdad. Aquí entran las famosas campañas. Y si ya es grave emplearlas, más aún es afirmar sin reparos que existen. Algo falla.

Ayer, en la rueda de prensa de Guardiola en el Alfonso Pérez, un periodista de la capital lo hizo sin problemas con la siguiente pregunta: “¿Crees que la campaña que hemos hecho desde Madrid en referencia al Getafe ha conseguido el objetivo contrario provocando que tus jugadores salieran sobremotivados?”. Espectacular. Por un lado, afirma la existencia de una campaña creada a dedo. Por otro, confirma que se creen el centro del universo con poder para crear campañas que afecten a todo el Estado español. Aquí podemos entender mejor las pataletas de estos cuando las campañas van dirigidas hacia Europa o más allá logrando como resultado la pura ignorancia. Sin entrar a valorarlos, los casos Alonso-Hamilton, la no inscripción de Lass y Huntelaar en la Champions o el affaire Atlético de Madrid-OM son una prueba. La respuesta de Guardiola fue sublime: “Desconozco si mis jugadores leen la prensa de Madrid”.

Después del “partido del cochinillo”, de “la cofradía del clavo ardiendo” o del “Robben es mejor que Messi”-campañas potentes con resultados variopintos- la línea a seguir en la Agenda Settings es el famoso Villarato, un enorme e indudable éxito que desde la semana pasada se ha remasterizado a conciencia. No hay nadie en la España balompédica que no sepa qué es y, peor aún, existe muchísima gente que cree que existe de verdad. Alfredo Relaño y sus secuaces del diario As fueron los ideólogos de una teoría conspiratoria que se ha tematizado hasta llegar al bar más incomunicado de España. La idea, a grandes rasgos, es: Laporta votó a Villar –enfrentado con De la Morena desde hace tiempo- como presidente de la RFEF, un ser manipulable y despreciable, mientras el Madrid fue con Don Gerardo González. Es por eso que existen órdenes estrictas para que los árbitros perjudiquen siempre al Real Madrid y ayuden todo lo que puedan al Barcelona. Si ocurre lo contrario, seguramente el árbitro será duramente castigado y habrá que recordar errores pasados para demostrar que por cada fallo en contra, el Barça recibe 5 favores.

Y así cabalgamos, y así han logrado que la semana pasada un árbitro saliera a decir que ellos no ayudan a nadie, muestra evidente que el objetivo ha sido alcanzado. Y todo con un Barcelona que practica un fútbol bello y efectivo frente a un Madrid que gana y gana aburriendo. Da lo mismo, según Marca la Liga está asignada por Decreto. Ayer, sin ir más lejos, al Barcelona no le pitaron 2 penaltis a favor, le anularon un gol legal a Messi e invalidaron un mano a mano por un inexistente fuera de juego. Mientras, en Huelva hubo un penalti no pitado a favor del Recre y un palo a bocajarro de Raúl en claro fuera de juego. ¿Resultado en los medios afines? Obvian lo acontecido en el Nuevo Colombino y afirman que los errores en contra del Barça son una verdadera noticia para todos.

Lejos quedan aquellos años en los que se recitaban, sistemáticamente, los tópicos más antiguos: “los árbitros son humanos”, “es imposible decidir en décimas de segundo”, “ni con 10 repeticiones se ve clara la jugada”, “los equipos que más atacan son los que reciben más penaltis a favor”, “los árbitros siempre ayudan al grande y perjudican al pequeño”… Hoy nada de eso ocurre, hoy reina el Villarato, hoy los árbitros sólo cumplen órdenes del ser supremo de la Federación. Es la campaña del Relañato, que actúa con sus periodistas como ellos acusan de actuar a Villar (todos a una con un objetivo común). Aún y siendo en mayoría castizos (hola Roncero) y casposos (hola Roberto Gómez, hola Torrico) los líderes de opinión del Relañato se atreven a romper con un refrán bien antiguo. Y es que en esas casas de herreros, sí hay cuchillos metálicos, y bien afilados.

06 abril 2009

Bayern de Múnich: el retorno de un gigante












No hay ni un solo seguidor del Bayern que no recuerde la última vez que su equipo saltó al Camp Nou bajo el himno de la Champions. Fue el 26 de mayo de 1999. El rival no era el Barça, sino el ManU, y en juego estaba el título. El 0-1 del minuto 90 indicaba que aquella noche la cerveza correría a destajo por Múnich en un adelanto de la Oktoberfest. La historia es conocida. En los dos minutos más recordados de esta competición Sheringham y Solskjaer lo cambiaron todo y mandaron a Kuffour a uno de los llantos más desconsolados que se han visto jamás en el Camp Nou. Aquel fue el último gran Bayern, el de Ottmar Hitzfeld, el que al año siguiente llegaría hasta las semifinales para coronarse rey de Europa en el tercer intento, en San Siro (2001). Y a partir de ahí, el desierto. Nunca desde entonces ha superado los cuartos de final e incluso se vio relegado a luchar por la UEFA el pasado curso en una muestra evidente de grande venido a menos. Ahora, y después de tanta travesía por la mediocridad, el Bayern aspira a todo. A pesar de ser incapaz de asestar un golpe sobre la mesa en la Bundesliga, está demostrando ir en serio en Europa, donde sigue invicto.

Este Bayern es un equipo con una pegada descomunal. No en vano, es el máximo goleador de la Champions (junto al Barça) y el segundo de la Bundesliga (sólo superado por el Wolfsburg). Tiene un killer en toda regla como Luca Toni, que además es especialista en convertir cualquier melón en una pelota válida para los francotiradores de la media. A su lado, Podolski es el complemento ideal: rápido, eléctrico, con regate y experto en el juego al espacio. La dinamita la complementa un centro del campo fortísimo y plagado de llegadores como son Zé Roberto, Van Bommel, Schweinsteiger y Ribéry. Y por si fuera poco, hay que sumar las incursiones constantes de Lahm y las subidas descontroladas de Lucio. Todo ello provoca que el ataque del Bayern se convierta en una emboscada vertical y continua en el que
la profundidad por las bandas juega un papel primordial. A todo este arsenal potente y directo pero arcaico, hay que añadirle el toque cualitativo que aporta Ribéry, máximo asistente de la competición (6), que configura junto a Lahm una banda izquierda exquisita. El francés es el líder del equipo y domina tanto la conducción en carrera como el último pase. Mágico e imprevisible, Scarface es la referencia en la creación y el máximo peligro.

Pero no todo son virtudes. La falta de rigor táctico hace del Bayern un conjunto frágil defensivamente y que en ocasiones se parte en dos. Esto les ocurrió el sábado pasado en Wolfsburgo, y el festín que se dieron Dzeko y Grafite fue histórico (5-1). Sin un mediocentro destructor puro y con los laterales demasiado arriba, el equipo alemán deja muchos espacios atrás. Además, cuando más sufre es precisamente enfrente de equipos que dominan el balón y que apuestan por el juego entre líneas, parcelas en las que el Barça es el mejor. El antecedente
que más nos puede servir es el partido del Allianz frente al Werder Bremen. Terminó 2-5. La preocupación de Klinsmann es tal, que en Alemania se especula con un cambio en el dibujo táctico que reforzaría el centro del campo en detrimento de uno de los puntas. Esta medida cobró fuerza tras la lesión de Klose, pichichi de la actual Champions, que se perderá toda la eliminatoria.

Así se presenta este renacido gigante con cuatro Champions en sus vitrinas y una fatídica noche barcelonesa en la retina que les privó de la quinta. Casi 10 años después de aquello, el Bayern volverá a pisar el Camp Nou con la máxima de lograr marcar algún gol para rematar la faena
en su majestuoso Allianz Arena. La estadística dice que lo tiene todo de cara, y es que el Barcelona nunca ha ganado al Bayern de Múnich en partido oficial. Otra cosa son las sensaciones, y éstas nos dicen que los pupilos de Guardiola son superiores a los alemanes. Ya saben lo que decía Lineker. Es la hora de que el Barça rompa con los números, y con los mitos.
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Datos de interés:
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El Barça y el Bayern son los dos máximos goleadores de la Champions 2008/09 con 24 goles en 8 partidos.
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El Barça, que todavía no sabe lo que es dejar su portería a cero en el Camp Nou, es de los 8 supervivientes el equipo que más goles ha encajado, 11. En Alemania, el Bayern sólo ha mantenido a cero la portería contra el colista, el Karlsruhe.
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Barcelona y Bayern sólo se han enfrentado en cuatro partidos oficiales: 2 de UEFA y 2 de Champions. El balance es netamente favorable a los alemanes: 3 victorias y 1 empate.
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Klose, que será baja en los dos partidos, es, junto a Gerrard y con 7 goles, el máximo goleador de la competición. Ribéry, por otro lado, lidera la tabla de asistencias con seis.
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El Bayern es, junto a Liverpool y Manchester United, el único equipo invicto en la actual edición de la Champions.
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El año pasado el Bayern ganó el séptimo doblete doméstico de su historia con prácticamente el mismo equipo de ahora.