
Hace pocos días, entre Cristianos Ronaldos, Ronaldinhos y Diegos se coló en los breves de los diarios deportivos una noticia: la Liga belga de fútbol, conocida por su sponsor como la Jupiler League, cambiará de formato a partir de la temporada 2009-2010. De 18 clubes pasará a tener sólo 16. Además, al final de la temporada regular, los 6 primeros se medirán en otra fase que determinará el campeón y los conjuntos que accederán a las competiciones europeas. Esta medida es parecida a la adoptada en 2006 por la Eredivisie, aunque en Holanda el campeón es el primero de la fase regular y los 12 restantes se juegan los billetes europeos en la segunda fase.

El motivo de esta concentración de poder es obvio. Money, money. Los clubes pasan de ser controlados por empresarios locales con dinero a grandes magnates internacionales con muchísimo dinero. Es una inversión, e invertir en Holanda o Bélgica, mercados con poca repercusión, poca competitividad y público potencial bajo, genera pérdidas. Lo curioso es que esta explosión surge a partir de la temporada 1996-97 “por culpa”, precisamente, de un belga, el ya mítico Jean-Marc Bosman, futbolista de escaso nivel que cambió los quehaceres del deporte rey.
Está claro que el cambio del formato de la liga belga no hará que el Anderlecht gane otra vez la UEFA. Es más, de puertas hacia fuera todo seguirá igual. Es más, al 99% del público no belga se la resbala la Jupiler League. Lo que buscan los dirigentes es que su liga no pierda esplendor para sus aficionados. Y es que los datos de audiencia del fútbol belga han caído en picado en los últimos años, y sin audiencias no hay patrocinadores que aguanten en pie el pastel. De momento, el Standard de Lieja, 25 años después de su último título liguero, mantiene semana a semana su liderato, siendo junto al Estrella Roja y al CSKA de Sofía, el único equipo europeo invicto hasta la fecha.
