20 marzo 2008

Bélgica y sus actores secundarios



Hace pocos días, entre Cristianos Ronaldos, Ronaldinhos y Diegos se coló en los breves de los diarios deportivos una noticia: la Liga belga de fútbol, conocida por su sponsor como la Jupiler League, cambiará de formato a partir de la temporada 2009-2010. De 18 clubes pasará a tener sólo 16. Además, al final de la temporada regular, los 6 primeros se medirán en otra fase que determinará el campeón y los conjuntos que accederán a las competiciones europeas. Esta medida es parecida a la adoptada en 2006 por la Eredivisie, aunque en Holanda el campeón es el primero de la fase regular y los 12 restantes se juegan los billetes europeos en la segunda fase.

Estos cambios buscan hacer más atractivos campeonatos que en los últimos tiempos han perdido glamour enfrente las grandes Ligas, que se reparten los mejores jugadores, contratos, audiencias y títulos continentales. Lo cierto es que en la Europa balompédica de alto nivel no hay vida más allá de Inglaterra, España, Alemania e Italia (con permiso de algún Lyon, PSV o Oporto de turno). Así lo indica la clasificación de la IFFHS, liderada, a nivel europeo, por Inglaterra (1ª - 1.171 puntos), España (2ª - 1.074 puntos), Italia (3ª – 1.027 puntos) y Alemania (6ª – 836 puntos). Muy atrás quedan Holanda (17ª – 554 puntos) y Bélgica (19ª – 531,5 puntos). No he podido encontrar datos anteriores a 1991, en los que seguro que la cosa todavía sería más clarificante, pero aún y así se observa la tendencia. En 1991, la liga holandesa era la mejor del mundo, mientras la belga era . En 1992, Holanda era y Bélgica , ambas por encima de Francia, Argentina, Alemania, Portugal e Inglaterra. Esta tendencia de ser Ligas de luchar por las plazas de UEFA en la clasificación de la IFFHS se fue más o menos manteniendo hasta 1996, momento en el que empiezan a ocupar posiciones insultantes, de descenso de categoría. Hasta hoy. Muy atrás quedan ya aquellos años en los que los equipos belgas se hacían notar en Europa. Aquel mítico y potente Anderlecht campeón de la Recopa en 1975-76 y 1977-78, campeón de la UEFA en 1982-83, campeón de la Supercopa de Europa en 1975-76 y 1977-78, subcampeón de la Recopa en 1976-77 y 1989-90 y subcampeón de la UEFA en 1969-70 y 1983-84. El Brujas, finalista de la UEFA en 1975-76 y de la Copa de Europa la 1977-78, ambas perdidas ante el Liverpool. O el Standard de Lieja de Preud’homme, finalista de la Recopa en 1982, perdida frente al Barcelona.

El motivo de esta concentración de poder es obvio. Money, money. Los clubes pasan de ser controlados por empresarios locales con dinero a grandes magnates internacionales con muchísimo dinero. Es una inversión, e invertir en Holanda o Bélgica, mercados con poca repercusión, poca competitividad y público potencial bajo, genera pérdidas. Lo curioso es que esta explosión surge a partir de la temporada 1996-97 “por culpa”, precisamente, de un belga, el ya mítico Jean-Marc Bosman, futbolista de escaso nivel que cambió los quehaceres del deporte rey.

Está claro que el cambio del formato de la liga belga no hará que el Anderlecht gane otra vez la UEFA. Es más, de puertas hacia fuera todo seguirá igual. Es más, al 99% del público no belga se la resbala la Jupiler League. Lo que buscan los dirigentes es que su liga no pierda esplendor para sus aficionados. Y es que los datos de audiencia del fútbol belga han caído en picado en los últimos años, y sin audiencias no hay patrocinadores que aguanten en pie el pastel. De momento, el Standard de Lieja, 25 años después de su último título liguero, mantiene semana a semana su liderato, siendo junto al Estrella Roja y al CSKA de Sofía, el único equipo europeo invicto hasta la fecha.

07 marzo 2008

Nueva sección: la firma invitada

Hacía tiempo que me venía rondando por la cabeza aplicar en el blog lo que muchos otros hicieron antes: las firmas invitadas. Es por eso que le he pedido a mi colega Víctor Hidalgo, colaborador de El 9 Esportiu de Catalunya y gran periquito, que elaborara un texto relacionado con la próxima visita de su Espanyol al Bernabéu. No nos engañemos, este sábado todos los culés seremos un poco pericos.
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Último asalto al Bernabéu (Gracias Lardín).
Por Víctor Hidalgo
Fue una noche de enero de 1996, Sarrià daba los últimos coletazos de su historia y yo los de mi adolescencia. Agazapado tras mi bandera, mitad senyera, mitad blanquiazul, esperaba que mi padre me recogiera a la vuelta del trabajo para acudir al paraíso, un paraíso compuesto de vetustas gradas de cemento que se alzaban imponentes ante mi, y que a pesar de no ser estéticamente lo más logrado del mundo, aquella noche consiguieron que me enamorara de ellas (si no lo estaba ya). Estaba a punto de conocer a uno de los delanteros más grandes de la casa que el destino me tenía preparado: Jordi Lardín.

Lardín (Manresa, 1973) marcó un antes y un después en aquel Espanyol de la temporada 95/96. La muerte de Fernando Lara el verano antes, al que todos daban como futuro presidente tras la marcha de Perelló, y la sombra de la eterna deuda planeando ya sobre Sarrià, no presagiaban nada bueno. El equipo se sobrepuso a todo eso y Lardín fue, junto a la gestión de Camacho, el claro exponente (17 goles). Su figura no hubiera pasado a mayores si no fuera porque cada una de las últimas 12 veces que mi equipo ha visitado el Bernabéu, se me aparece en sueños la figura de este menudo delantero celebrando su gol como si fuera el último. Abrir los brazos al aire y enseñar el escudo de su antológica camiseta Puma. Aquella temporada fue la última que conseguimos una victoria en el estadio madridista: 1-2. Los dos goles de Lardín, claro está.

El Camp Nou, donde, a pesar de la gesta de la temporada pasada , ya hace 26 que el Espanyol no gana y el Bernabéu, ya empiezan a pesar como losas en la historia blanquiazul. Parece que en los últimos tiempos la cosa ha cambiado. Sin ir más lejos, el año pasado el Espanyol estuvo a punto de liarla a lo grande, se fue al descanso con 1-3, pero la presión del estadio en la temporada de las remontadas épicas y el saber que 4 días después se jugaba la finalísima de Glasgow, pesaron demasiado en un conjunto que tenía la cabeza en otros lances.

Técnicamente, esta temporada el Espanyol se presenta en el Bernabéu condicionado por dos bajas importantes: el timón blanquiazul, De la Peña, no estará por lesión, aunque tampoco ha estado en el genial primer tramo de los blanquiazules; y el eterno capitan, Raul Tamudo, que a la hora de hacer este escrito es seria duda. Con estas dos bajas todo parece indicar que Valverde puede disponer de un equipo menos competitivo, aunque si nos fijamos veremos que la plantilla no difiere, excepto en el caso de Tamudo, del equipo que en la primera vuelta le dio un repaso a los madridistas. Está claro que la diferencia, con Tamudo o sin él, cuando hablamos del Espanyol , es mucha diferencia, pero también está claro que Jonathan y Luis Garcia no son cojos, que Moisés y Zabaleta son capaces de retener a Guti y Robinho respectivamente, que Riera no tendrá rival claro en el lateral derecho (Ramos está sancionado) y que Jarque no se las tendrá que ver con Van Nistelroy. Hay más parejas de baile, la zona izquierda de la defensa espanyolista suele ser un calvario, pero no hay que desesperar, estoy seguro de que hay equipo suficiente para morder en Madrid. Valverde explicó el martes, y si lo explica Valverde va a misa, que es mejor encontrar a un equipo grande con las aguas revueltas. Y la Cibeles se ahoga ahora mismo en el río con más turbulencias de la geografía española. Espero que, como otras veces ha pasado, no nos convirtamos en el barco de salvamento de esa estatua capitalina que se hunde poco a poco. No me gusta que nadie muera ahogado, pero yo no he provocado esta tormenta, así que no hagáis que me tenga que responsabilizar de ella.
Por nosotros, y porque ya toca que me ponga a soñar en otro jugador, que al final voy a gastar la imagen de Lardin, espero que mi equipo salga el sábado a morder el césped, que se deje la piel, como siempre, y que nos traiga de Madrid tres puntos de oro y un giro de esta historia que ya se me hace pesada.